Por Jhonah Díaz González, enviado especial
Doha, 11 dic (Prensa Latina) Si bien el fútbol resulta un cóctel molotov ineludible, la carga explosiva de Qatar 2022 tiene detonantes en cada rincón de esta capital, cuyo corazón cultural mantiene la mecha encendida con puro arte.
La Villa Cultural Katara posee todos los elementos para liderar el ranking de sitios imprescindibles de Doha, con un seductor menú de galerías, restaurantes, cafeterías, teatros, librería, playa y otros espacios capaces de desvanecer las nociones del tiempo una vez atravesado el umbral.
Esta colección de edificios y plazas debe su nombre al vocablo antiguo que definió la península de Qatar, por lo cual su arquitectura deviene punto de conexión entre pasado y futuro, en esa armonía plena de diseños tradicionales y estructuras más modernas.
El centro constituye un oasis para las diversas expresiones estéticas al conjugar un grupo de anfiteatros, escenarios de actuación, exposiciones de artes visuales y locales que sirven cocina internacional y local.
Latinoamérica dice presente con los murales de la mexicana Eva Bracamontes, el brasileño Kelvin Koubik y el cubano Maisel López, aunque la isla caribeña también se orgullece de la obra La Amistad, de Reinado Zamora, una escultura fundida en bronce con representaciones de las aves tocororo y falco.
A lo largo de una franja de arena de un kilómetro y medio, la Villa exhibe su playa privada, que consta con un área de juegos para niños y un exclusivo catálogo de deportes extremos y paseos en bote. Fácilmente, en la zona pueden contarse más de 50 barcos de madera colocados fuera del agua, pero cerca de la arena.
Dstacan los museos, cines, un teatro que emula los días gloriosos del Coliseo Romano -en menor escala- y diversas instalaciones, que acogen eventos de cualquier índole, desde cinematográficos hasta la exhibición de halcones y caballos árabes.
Imagine entrar a esa réplica del icónico espacio de la capital de Italia y sentir la brisa del Golfo Pérsico desde el noroeste y música árabe en las bocinas, mientras miles de personas disfrutan afuera en una plaza amplia donde bailan, dominan el Al Rihla -balón oficial del certamen- y se hacen selfies.
Los visitantes caminan por un boulevard con rejillas para la salida de aire acondicionado en busca de los edificios con forma de cactus, que en realidad son torres de palomas especialmente restauradas para el corriente mes deportivo.
Sin dudas, la variada oferta convierte esta villa en un espacio vital para la cultura qatarí, donde cada elemento aviva la llama de la industria del entretenimiento y enciende la chispa del interés por conocer más sobre el anfitrión de la XXII Copa Mundial de Fútbol.